Coronavirus V Eduardo de Jesús


Coronavirus V. Eduardo de Jesús
Eduardo iba sentado en el asiento trasero de una lujosa camioneta Lincon con chofer. Vestía un lujoso traje Armani. Tomo de su bolsillo su celular para hacer una llamada.
̶  ¿Cómo has estado?
 ̶ Estoy bien Eduardo de Jesús.
 ̶ Me refiero a lo nuestro.
 ̶ No sé a qué te refieres.
 ̶ Pues a nosotros dos.
 ̶ ¿Te refieres a nosotros tres? O ya te olvidaste de tu esposa. La voz de la chica se escuchaba por el altavoz del teléfono. Eduardo de Jesús miro al chofer que iba atento a la conversación. Con un gesto le ordenó al chofer que mirara al frente.
 ̶ Quiero pedirte algo
 ̶ Dime, si puedo con gusto
 ̶ No vayas a China
 ̶ Lo siento, sabes lo importante que es este proyecto para mí.
 ̶ Lo sé, pero tengo un mal presentimiento.
 ̶ ¿Cuál?
 ̶ Temo perderte.
 ̶ ¿Qué has dicho? Creo que no estás bien de la cabeza Eduardo de Jesús, ¿puedes tocarte la frente? Creo que has enfermado.
 ̶ Sabes que eres importante para mi Andrea.
 ̶ Eduardo de Jesús, ya llevamos así un año, ¿no crees que es demasiado? Esta relación no va a ninguna parte.
 ̶ Sabes que es difícil mi situación.
 ̶ Si lo sé, eres casado.
 ̶ Tú me haces enojar con el imbécil de tu novio.
 ̶ Al menos el me ofrece una relación real.
 ̶ Termina con él.
 ̶ Nunca, es un buen muchacho.
 ̶ Es un terco.
 ̶ Es cierto, me desespera.
 ̶ Me pregunto qué le ves.
 ̶ Es muy tierno, sabe cómo tratar a una mujer.
 ̶ ¿Acaso yo no?
 ̶ Tu eres un guarro, lo único que me gusta de ti es el sexo.
 ̶ ¿No es importante?
 ̶ Importante si, pero no es todo.
 ̶ Te mandare cancelar tu vuelo a China.
̶ No lo hagas.
 ̶ Entonces Iré contigo.
 ̶ Eso sería perderme definitivamente.
 ̶ Le diré a Arturo de lo nuestro.
 ̶ Si se lo dices te mato. Dicho esto colgó.
Eduardo de Jesús tomó el celular y lo estrello en la ventana de su camioneta. El chofer lo miraba.
 ̶ ¡Que me ves imbécil!, El chofer miró de nuevo hacia el frente. Pinche Andrea, si no fuera porque la amo, pero de que me la paga me la paga.
Pasaron los días y Andrea y su novio, también ingeniero de la compañía anunciaron su viaje a China. En la oficina les ofrecieron un pequeño pastel y sándwiches. Eduardo de Jesús, aunque era el director de la empresa faltaba en el festejo. Todos preguntaban por él, aunque nadie lo notaba. De pronto apareció en la entrada de la oficina. Estaba visiblemente afectado.
 ̶ ¡Quiero que brindemos! Traía en la mano una botella de whiskie.
 ̶ Señor, son las diez de la mañana, dijo Arturo
 ̶ Arturo, tú me caes bien.
 ̶ Gracias señor.
 ̶ Aunque no eres de la Universidad del Valle, eres de la Nacional, eres un gran ingeniero. Abrazo a Arturo y buscando a alguien dijo: discúlpenme todos, debo hacer algo importante.
Fue a los baños y encontró ahí a Andrea que se pintaba.
 ̶ Amor, ¿Pensaste en lo que te dije?
 ̶ ¡Claro que no! y no pienso tocar este tema aquí.
 ̶ ¡Andrea! Eduardo de Jesús la tomó del brazo.
 ̶ ¡Suéltame! En ese momento alguien llegó y Eduardo de Jesús, avergonzado, desapareció.
Paso un mes. Eduardo de Jesús estaba en su oficina viendo una foto de Andrea en Canadá, en la foto ella estaba cargando una ardilla. Entonces recibió una llamada.
 ̶ Si dime, Que dices, una epidemia de Coronavirus.
 ̶ Si, no nos dejan salir del hotel, era Andrea quien hablaba.
 ̶ ¿Quieres que vaya por ti?
 ̶ Mira, no seas ridículo, además tu esposa no te deja.
 ̶ Me voy a divorciar.
 ̶ ¿Qué dices?
 ̶ Que me voy a divorciar, ayer hable con ella.
 ̶ No te creo, solo hable para avisarte.
 ̶ ¡Andrea! Ella de nuevo colgó.
Salió a la calle. Iba en camino y fue en ese momento cuando lo vio: Era un indigente que caminaba por la calle. Bajo la ventana de su camioneta.
 ̶ Oye, ¿te quieres ganar unos pesos?
 ̶ Dígame, ¿de qué se trata?
El tipo subió. Traía puestas unas sandalias, una playera hasta el ombligo y unos jean deslavados y rotos. Eduardo de Jesús se enteró que se llamaba Yuma y que era un loco que se creía sanador espiritual y maestro de Yoga.
 ̶ Yuma, quiero que me hagas un favor, ¿Cuánto me cobras por fastidiar a alguien?
 ̶ Que quiere decir, ¿hay que matar a alguien? Yuma no hace eso. Aunque, de ¿Cuánto estamos hablando?
 ̶ Tengo una empleada, bueno, es mi novia; quiero molestarla.
 ̶ ¿De qué forma?
 ̶ Podrías hacerle la vida imposible en la oficina, compartir oficina con ella, ¿qué me sugieres?
 ̶ Algo se me ocurrirá.
 ̶ Bien, por el dinero no te preocupes.
Se fueron directo a la empresa.
 ̶ Lupita, te presento a Yuma, será nuestro asesor en armonía empresarial viene de los Estados Unidos.
 ̶ Mucho gusto señor Yuma. Lupita vio al tipo sin extenderle la mano. Yuma al contrario le tomo la mano y la besó. Lupita tomo un pañuelo y se secó la mano frente a ellos.
 ̶ Si Lupita, lo sé, dijo Eduardo de Jesús, Yuma es perfecto. Tomo a Yuma del brazo y le dijo. ¿Hace cuánto no te bañas? Antes de que el otro contestara le dijo: Así sigue.
Una semana paso y Andrea regresó de China. Eduardo de Jesús mandó traer a Yuma a su oficina para ajustar el plan.
 ̶  Recuerda lo que dijimos.
 ̶ Si, lo tengo ensayado.
 ̶ A ver cuéntame.
 ̶ Soy asesor de la empresa, maestro de Yoga y me voy a instalar en la oficina de la señorita Andrea.
 ̶ Si, de mi novia, mucho cuidado con ella, solo quiero molestarla. Ahora andando. Se levantaron y fueron a la recepción.
Cuando llegaron a recepción Andrea platicaba con Lupita. Ella vestía un saco café y unos jeans deslavados. Al verla Eduardo de Jesús pensó que quizá no era tan buena idea seguirla molestando.
 ̶ Si hubiera querido venir más hermosa no hubieras podido, pensó Eduardo de Jesús.
 ̶ Dijiste algo, le pregunto Andrea.
 ̶ Hola Andrea, quiero presentarte a Yuma, es nuestro asesor de armonización empresarial, viene de los Estados Unidos. Aunque trató de evitarlo Yuma le dio un abrazo y un beso a Andrea. Sin disimular El director jaló a Yuma.
Andrea saludó a ambos y se retiró a su oficina. Eduardo de Jesús reculó en su plan, no le pareció buena idea hacer enojar a Andrea, se veía tan guapa que todo lo ocurrido no era nada.
 ̶ Yuma, vamos a cancelar de momento la operación.
 ̶ ¿A qué se refiere?, le dijo Yuma muy serio.
 ̶ Me refiero a que no harás nada.
̶ Señor, Yuma ya tiene todo listo.
̶ No, cancela todo.
Dicho esto recibió una llamada.
 ̶ ¿Que sucede?  ¿Tiene que ser en este momento? Está bien iré, sin duda era alguien importante por teléfono.
 ̶ Mira Yuma, voy a salir, no hagas nada estúpido. Al retirarse el indigente se le quedo viendo como quien no entiende.
Salió de la oficina. Paso la hora del café, la del almuerzo de los tamales, y la del pan dulce recién salido del horno de la tienda de la esquina. Cuando regreso, era casi la hora de comer. Desde lejos pudo ver a Andrea cargando una cama de Yoga en la calle. Ella tomo la cama y la dejo caer haciéndose añicos.
 ̶ Pero ¿qué está pasando aquí?
 ̶ Estoy despidiendo al imbécil que contrataste.
 ̶ Andrea, no hagas eso, no te quiero despedir.
 ̶ ¿Despedirme? ¿Estás bien pendejo?
 ̶ ¿Que dijiste?
 ̶ Dije que estas bien pendejo.
Andrea tomo su mochila porta laptop y salió de ahí. Eduardo de Jesús trató de impedirlo, pero fue inútil. De inmediato regreso adentro de su edificio. Fue con Yuma. La oficina era un campo de guerra. Habían movido todas las cosas de Andrea y unos cojines con manchas amarillas estaban por el suelo.
 ̶ ¡Pero qué demonios!
 ̶ Señor, Yuma cumple lo que le piden.
 ̶ Te dije que no hicieras nada. ¡Lupita!
 ̶ Sí señor.
 ̶ Llama un policía. Dile que se lleve a este tipo. También pide que arreglen la oficina de la señorita Andrea y que traigan un ramo de rosas.
 ̶ ¿Un ramo de rosas?
 ̶ ¡Sí! Un ramo de rosas, de 24.
 ̶ Entendido señor. ¿Para cuándo el ramo?
 ̶ Ahora mismo.
Eduardo de Jesús se fue al baño y se lavó la cara. En su oficina se sirvió un whisky. Después de unos minutos alguien tocó la puerta.
 ̶ Señor las rosas. Sin decir gracias las tomó y salió del edificio. Subió a su camioneta.
 ̶ ¿A dónde nos dirigimos señor?
 ̶ Al café internet junto a la librería. El chofer así lo hizo y se detuvo junto al café.
Pasaron unos minutos, la puerta se abrió y se cerró, el chofer bajo y subió. Al final Andrea iba en la misma camioneta.
 ̶ Te compre estas flores.
 ̶ Gracias, pero no era necesario.
 ̶ ¿Vamos a comer?
 ̶ Si por favor, no he comido.
 ̶ Quiero disculparme.
 ̶ Te pasaste, ¡eres un inútil!
 ̶ Lo sé, pero este imbécil no me entendió.
 ̶ Si, y yo haciendo un mega coraje.
 ̶ Creo que fue divertido.
 ̶ ¿Te lo parece?
 ̶ Vamos a la Mansión a comer.
 ̶ Está bien, no me vendría mal un corte de una libra.
Eduardo de Jesús le pidió a chofer que los llevara a la Mansión. El auto paso por el parque España, dio vuelta por el boulevard, llegó al restaurante la Mansión y junto en el momento de estacionarse, en ese momento sonó su celular.
 ̶ Si, ¿puedes ir tu sola? Estoy en medio de varias cosas. Está bien. Voy para allá.
 ̶ Querida, creo que vas a tener que comer con el chofer. Yo tengo algo urgente
 ̶ Con tu esposa. ¿Es cierto?
 ̶ Si, no te voy a mentir.
 ̶ Para el auto.
 ̶ Espera.
 ̶ Que pares el auto. Se levantó y lo golpeó con el ramo de rosas.
̶ Señorita, le dijo el chofer.
̶ ¡Te digo que pares el auto cabròn!, golpeo al chofer. Cuando Eduardo de Jesús quiso contenerla ella le aventó el ramo completo y bajo dando un portazo. ¡Imbécil! Le dijo.

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